Si
un predicador se hace llamar "evangelista", pero sus mensajes solo
contiene ideas humanistas, autoayuda, fortalecimiento del "campeón que hay
en ti", prosperidad, estímulo de una "super-fe" ante la
adversidad, etc.; por muy sincero que sea esta persona, no es evangelista. Este
no es un evangelio, sino uno diferente. No que haya otro, sino que hay un solo
evangelio, el de Jesucristo; y claro, hay consecuencias para el que predica un
evangelio sin Cristo en él (Gálatas 1:8-10).
Si
el mensaje del evangelio carece de la justicia, la santidad y la ira de Dios
por los pecadores, y de la gracia y amor del SEÑOR Jesucristo, incluyendo su
vida, muerte y resurrección; que en Su nombre hay perdón de pecados, un llamado
al arrepentimiento genuino y a la fe y a una vida nueva en el Espíritu y de piedad;
entonces no es evangelio.
Es
triste ver cómo en su afán de querer tener "convertidos" con su
"evangelio ego-céntrico" -como si se tratase de inscribirse como
héroes en el libro de Guiness World Records en la meta de tener más
mega-iglesias- y de que sueñan con la promesa -bastante trillada por cierto- de
que "Dios les ha dado las naciones"; no se estén dando cuenta que
hacen más mal que bien; predicando a oídos de seres muertos en sus delitos y
pecados con mensajes que solo rellenen las concupiscencias de sus corazones
endurecidos y no arrepentidos; y sin el auxilio y el poder de convicción del
Espíritu Santo. Y lo más triste es que en el Cristianismo de hoy se complace y
permite estos mensajes en los púlpitos.
Un
día, delante del juicio, esta clase extraña de "evangelistas" pagarán
caro el haber predicado cosas y palabras que Dios no había mandado que hicieran
ni dijeran. Y para ese entonces ya no habrá vuelta atrás, si acaso es que hoy
están a tiempo de considerar lo que estén haciendo y Dios les conceda
arrepentimiento.
Realmente,
más que hombres con títulos auto-impuestos de "evangelistas",
necesitamos obreros del evangelio con hechos y frutos nacidos de un amor
estricto por la pureza de la Palabra de Dios; con corazones centrados en Cristo
y en Su obra; por amor a las almas que Dios sabe quienes en Su gracia y
misericordia ha querido salvar. Ministros idóneos capaces de proclamar la
verdad sin buscar para nada agradar a los hombres, sino al Amo y Señor que les
ha dado un llamado santo a servirle a pesar de todo. No cesemos de orar porque
el SEÑOR envié obreros a Sus mies, obreros cuyo evangelio sea poder de
salvación para todo aquel que cree....